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GOLPE AL REINO: GUSTAVO ALEJOS ANTE LA JUSTICIA

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Gustavo Alejos se entregó esta mañana ante el Juzgado Sexto de Primera Instancia Penal. Prófugo desde el 27 de Octubre, permaneció escondido hasta este día. En sus declaraciones a los medios ha dicho que ese tiempo sirvió para "empaparse de su caso". La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) le acusa de cohecho activo, tráfico de influencias y asociación ilícita. En pocas palabras de servirse de sus conexiones políticas para agenciarse contratos millonarios en la proveeduría de medicamentos al Estado de Guatemala.

Esta nota fue publicada en la edición número 127 de la revista impresa de ContraPoder el 30 de octubre de 2015.

Yate de US$500 mil. Apartamento en Miami de US$2 millones. Casa de playa en Marina del Sur de US$1.8 millones. Y avión privado de US$ 7 millones. Helicóptero además. Gustavo Alejos, el hombre que construyó una fabulosa fortuna a fuerza de venderle, con maña y a precios exorbitantes, medicamentos al Estado, avizora hoy, desde donde se esconde, el final del poder que construyó en los últimos 15 años.

 

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El empresario fue directivo de las farmacéutica J.I. Cohen y durante su administración afianzó un poder político gracias al generoso financiamiento de políticos: desde Óscar Berger, Álvaro Colom y Sandra Torres hasta Otto Pérez Molina.

Uno de los financistas declarados de los últimos dos presidentes (Álvaro Colom y
Otto Pérez Molina), es hoy perseguido por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Ministerio Público (MP) por aprovechar, montar y perfeccionar, su incursión en la política nacional para incidir en la compra de medicinas y equipos médicos para el Estado.

Considerado un advenedizo por los dueños del capital tradicional, pese a haberse codeado en sus círculos desde pequeño, como estudiante en el colegio Americano, Gustavo Alejos exhibió demasiado dinero en poco tiempo. A los 47 años, en una entrevista con este semanario, él valoró su fortuna personal en US$180 millones (más de Q1 millardo). Sus intereses de negocios, como secretario privado de la Presidencia durante la administración de Álvaro Colom (2008-12), ya se habían extendido más allá de los medicamentos por casi todas las áreas del Estado.

Invirtió en hidroeléctricas e incursionó en generación de energía solar. Decidió sobre la contratación festinada de miles de millones de quetzales en obra pública después de la tormenta Agatha. Se le vinculaba con el manejo de grúas y plataformas de revisión aduanera en los puertos.

A Roxana Baldetti, la exvicepresidenta ahora sujeta a investigaciones por corrupción, se le oyó decir en más de una ocasión con amargura, “es que Gustavo quiere estar en todo”. Se refería a todos los negocios del Estado.

La leyenda, narrada de la propia boca de Alejos, cuenta que poco después de los 18 años, a la muerte de su abuelo terrateniente de Retalhuleu, heredó una vieja desmotadora de algodón a orillas del camino a Champerico. Tenía poca fe en lograr fortuna con esa herencia. El algodón ya no era un cultivo viable en Guatemala. Supo, sin embargo, que el textilero Joe Habie estaba interesado en comprar la vetusta máquina. Y él, con más arrojo que conciencia, fue a verlo y fijó el precio en un millón de dólares.

Alejos es un reconocido bocazas. Tiende a exagerar las historias que cuenta. Su versión sostiene que Habie aceptó el precio sin rechistar y le pagó de un tirón ese monto.

Lo demás es historia resobada. Entró a trabajar y estableció sociedad en ciertos negocios con John Irving Cohen –el padre de un compañero suyo de colegio, Alberto Cohen– quien tenía representaciones farmacéuticas en el país y proveía medicamentos a las farmacias privadas y al Estado.

Como ejecutivo de JI Cohen construyó fortuna. Llegó a declarar que ganaba por encima de Q1 millón al mes y más tarde entró en pleito con los dueños de la firma y exigió una compensación económica. Se le atribuye haber reportado hasta Q60 millones de ganancias personales al año.

Con esfuerzo y mucha paciencia, Alejos encontró para Cohen (y para sí mismo) la fórmula del éxito. Construyó un auténtico cartel de proveeduría de medicamentos y equipos médicos al Estado.

El detalle es que lo hizo a costa de mucha gente pobre y no tan pobre en Guatemala.

Miles de personas han dejado de recibir las medicinas que necesitan para sobrevivir por la corrupción del sistema, propiciada por proveedores como Alejos y un puñado más. Muchos pequeños y medianos empresarios han desaparecido a merced de las prácticas clientelares de los más grandes y la propensión a enriquecerse de los funcionarios.

Gustavo Alejos: "La he ayudado y la sigo ayudando"

Perversión del Estado

El mecanismo de contrato abierto para la compra de medicamentos e insumos por parte del Ministerio de Salud, el Ministerio de la Defensa (para su Centro Médico Militar) y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), fue puesto en marcha durante el gobierno de Álvaro Arzú (1996-2000). El objetivo era reducir costos y acortar los plazos de compra, pero funcionó bien poco tiempo.

Las dificultades financieras del Estado, que retrasan los pagos a los proveedores, y la inoperancia de todo sistema de control, han provocado una concentración del mercado.
Solo sobreviven los grandes proveedores, que han aprendido a montar varias empresas, coludidas entre sí, para fingir competencia y garantizarse buenas ventas.
Gustavo Alejos, empresario y exsecretario privado de la presidencia (foto: Luis Soto)

El empresario personificó la mezcla perfecta de negocios y política cuando durante el gobierno de Álvaro Colom fungió como Secretario Privado de Presidencia. (foto: Luis Soto)

Muchos de ellos sobornan con viajes, viáticos y bonificaciones a encargados de compras de hospitales y Centros de Atención Permanente. A directores y a ministros de Salud y, en la práctica, a todas las instancias llamadas a defender el interés público. Logran cobrar antes que los pequeños y así sus costos de financiamiento se hacen menores.

El Estado ha claudicado frente al interés de los proveedores que se enriquecen sin miramientos. La incursión clientelar ha llegado hasta los encargados de extender el registro para nuevas medicinas. Así se logra agilizar el permiso de venta de las marcas propias y entorpecer las de los competidores. También ha llegado a las juntas calificadoras que resuelven los contratos y a los encargados de compras que a menudo requieren lo que más le conviene vender a los proveedores.

A Alejos se atribuye haber llevado al extremo esta cooptación de las instituciones mientras tuvo la mayor cuota de poder político durante el gobierno de Colom. El volumen de su financiamiento electoral (en este último proceso financió a Sandra Torres) llegó a tal punto que se convirtió en secretario privado del Presidente, un puesto que le permitía controlar la agenda del gobernante.

Con tantas ventajas, no es extraño ver que una entidad como el IGSS prefiera comprar un medicamento de última generación contra el cáncer, que puede costar Q18 mil por dosis, en lugar de uno menos novedoso pero suficientemente eficaz que podría costar Q3 mil. La diferencia es que el más caro le deja mayor rentabilidad al proveedor.

Los farmacéuticos se ganan la buena voluntad de médicos y directores y encargados de compras pagando desde los servicios de Internet en no pocas dependencias públicas, sino también haciéndose cargo de los viáticos de los viajes al exterior de los funcionarios que acuden a seminarios y asambleas relacionadas con su negocio.

Para ganarse la buena voluntad de los médicos, los proveedores sustituyeron la aburrida figura del visitador médico por la de guapas edecanes que promueven los medicamentos. En el hospital de Amatitlán quedó ilustrado un caso de edecanes visitantes. Su director fue despedido hace muy poco.

La cadena completa

Con un mercado asegurado, pero con la intención de extraerle hasta la última gota, los grandes proveedores han dejado de representar solo a medicamentos fabricados en el exterior. También montaron o compraron laboratorios en el país para producir los propios. Y últimamente se han interesado en vender las medicinas al consumidor final.

Alejos aseguraba, solo unos meses atrás, que estaba interesado en la cadena de farmacias Galeno para completar el círculo (importación, fabricación y venta al detalle). El resultado de estas prácticas es la concentración del mercado de medicamentos y equipos médicos. El Estado depende de muy pocos proveedores, la mayoría con acuerdos y colusión entre sí, que se reparten el mercado como mejor les conviene y se ponen de acuerdo incluso para proveerle al IGSS, al ministerio de Salud y al de la Defensa, sin entrar en conflicto ni levantar más olas de las necesarias. Además, suelen poner en jaque al Estado cuando les viene en gana. Puesto que han logrado quebrar a sus competidores, solo unos pocos proveen ciertos medicamentos o insumos, como el oxígeno, y amenazan con detener las entregas si no se les paga con regularidad.

El retraso de los pagos a los proveedores pequeños, que no cuentan con los recursos o la disposición para sobornar a los encargados de pagos, ha provocado la quiebra de empresas.

El robo

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Los casos de abuso en la proveeduría al Estado son escandalosos. Y no ocurren solo con las empresas de Alejos, ni en el seguro social de donde provienen las pruebas que han provocado la orden de captura en su contra y otras 13 personas.

La CICIG y el MP conocen ya del reciente intento de hacer aprobar una compra de Q132 millones en medicamentos dentro de la figura del contrato abierto. El ministro de Salud, Mariano Rayo, se opuso a aprobarla porque se pretende proveer el medicamento para hipertensión Aprovel de 150 miligramos a Q9.50 la tableta que podría conseguirse en comprimido por Q1.20.

Los proveedores logran que los encargados de requerir las medicinas en cada hospital sigan a la perfección sus instrucciones. Así consiguen diseñar las licitaciones a la medida de sus intereses.
Alejos es la figura arquetípica, como diseñador y gran rentabilizador de la red de influencias en la proveeduría de medicamentos. Pero buena parte de sus antiguos competidores entendieron sus mecanismos y los explotaron sin escrúpulos.
Para cada uno de los cuestionamientos, Alejos ha tenido siempre una respuesta. Si se le cuestiona la venta de medicinas en el país a precios exagerados en comparación con los de otras naciones, asegura que el precio lo imponen las farmacéuticas extranjeras. Si se le pregunta cómo logra que el Estado le pague más rápido a él que a otros proveedores, sostiene que solo el IGSS paga a todos al mismo tiempo y que el ministerio de Salud mantiene muchos retrasos que afectan a las empresas. Cuando se le recrimina no haber permitido que el país compre por medio del mecanismo regional de Comisca (comisión de ministros de Salud de Centroamérica), asegura que la diferencia de precios no es relevante una vez se suman los gastos administrativos y de publicidad. Y afirma que durante el gobierno de Colom se estableció, como una concesión magnánima, un mecanismo excepcional para comprar vacunas y medicamentos para pacientes con VIH con precios preferenciales.

En la mira

Primero Alejos entró en la mira de sus competidores, que pronto encontraron manera de llegar a acuerdo con él y no estorbarse sino favorecerse unos a otros. Luego se convirtió en el villano favorito del capital tradicional, que hubo de tolerarlo durante el gobierno de Colom y vio con fastidio cómo lograba reposicionarse en la administración de Otto Pérez Molina (le cedió al gobernante una residencia en Vista Hermosa).

El capital tradicional no tuvo reparos en entrar en tratos con él cuando la necesidad apremiaba. Alejos aseguraba, por ejemplo, haber llegado a arreglos con el expresidente Arzú para comprar algunos de los bienes de su hijo Roberto cuando este quebró.
Tras entrar en conflicto con su antiguo jefe y socio (Alejos producía macadamia en la bocacosta de Retalhuleu a gran escala en sociedad con Cohen), fue separado de la empresa y decidió seguir rentabilizando, ahora solo, el mecanismo diseñado.
Así compró la Droguería Colón y según todas las evidencias, montó otras farmacéuticas con socios y colaboradores para seguir el mismo patrón de venta de medicamentos.
Pero entonces apareció en el país el comisionado Iván Velásquez que priorizó la lucha contra la corrupción y el señor Alejos se convirtió pronto en uno de los objetivos de la Cicig.
CICIG señala a Gustavo Alejos por financiamiento ilícito a UNE
El caso de proveeduría criminal de medicamentos que el martes último salió a luz en el seguro social habrá de verse replicado en otros casos semejantes del ministerio de Salud y se vería igual en el ministerio de la Defensa de no ser porque una salvaguarda constitucional permite a los militares hacer compras en secreto, sin rendir cuentas.El cartel del que Gustavo Alejos fue fundador y gran beneficiario enfrenta un embate a gran escala. Y resulta impensable que en términos políticos y legales su emporio logre superar esta prueba. Pero puesto que no solo él y sus empresas lo rentabilizan, en tanto no se desbarate del todo ni se democratice el mercado y surja auténtica competencia para proveerle al Estado, los más probable es que sean otros como él quienes sigan disfrutando de un reino de alta rentabilidad a costa de muertes y graves enfermedades.

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