Aunque existen rezagos de la retórica de la guerra civil, el conflicto ha dejado de ser ideológico.
En El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Samuel Huntington describió su visión de las relaciones internacionales en el futuro. Según el autor, luego de la caída de la Unión Soviética, el conflicto mundial pasó de ser uno de ideologías, capitalismo versus socialismo, a convertirse en un conflicto entre civilizaciones.
Tradicionalmente, se ha entendido esta lucha como una entre Occidente y el resto, manteniendo así una lógica de un mundo bipolar. Sin embargo, una de las principales contribuciones de Huntington es que introduce el paradigma de un mundo multipolar. Es decir, no limita el conflicto exclusivamente a dos civilizaciones, sino que abre la posibilidad de un mundo con múltiples civilizaciones en constante choque. Esto como resultado del crecimiento económico y el surgimiento de nuevas potencias económicas, como China o India, que a pesar de ser sociedades modernas poseen raíces culturales muy distintas.
Si bien el análisis de Huntington es pertinente para entender la actualidad internacional (el caso del Estado Islámico, ISIS, un ejemplo), me parece que el marco teórico utilizado por este académico podría ser útil para entender la Guatemala después de los Acuerdos de Paz.

El país no escapó de la lucha ideológica entre las grandes potencias. De hecho, los 36 años de conflicto armado fueron, desde mi perspectiva, el resultado de las tensiones geopolíticas del momento y no necesariamente producto de las “condiciones estructurales” del país. Ciertamente, los pobres indicadores económicos y sociales crearon un ambiente propicio para el enfrentamiento, pero por sí mismos no son suficientes para explicar el mantenimiento de una guerra de larga duración.
Por ende, al terminar la llamada Guerra Fría en el mundo, la contienda en Guatemala dejó de tener sentido. Las fuentes de financiamiento se agotaron pues las agendas internacionales se movilizaron hacia otra dirección. El mundo dejó de ser bipolar y por un momento se llegó a pensar en un triunfo absoluto de la democracia liberal. Sin embargo, el conflicto aún perdura no solo entre civilizaciones, sino también dentro de los países.
Guatemala no es la excepción. Aunque existen rezagos de la retórica de la guerra civil, la confrontación ha dejado de ser ideológica. Más que un debate entre capitalismo versus socialismo, lo que se observa son resentimientos de ambos bandos, producto de la misma dinámica de la guerra. La discusión ya no es sobre el sistema político y económico, sino sobre las secuelas humanas del enfrentamiento (si hubo o no genocidio).
Tal y como lo predijo Huntington, la ideología dejó de ser la causa principal del conflicto. Ahora son otras variables, sobre todo culturales, las que toman mayor relevancia. En el caso de este país, afortunadamente no pareciera existir una hostilidad étnica entre mayas, xinkas, garífunas y ladinos. No obstante, sí se podrían
visualizar episodios de choque. Por ejemplo, la oposición de comunidades a la minería podría interpretarse como un enfrentamiento entre dos visiones del mundo distintas, no definidas por una concepción ideológica, sino más de tipo cultural.
Huntington asevera que entender el mundo desde otro paradigma genera políticas y acciones diferentes. En este caso, si aceptamos que Guatemala también ha superado la “bipolaridad” de la Guerra Fría y que los nuevos conflictos podrían ser derivados de diferencias culturales, quizás podríamos modificar la manera en cómo enfrentamos estas situaciones. Esto le daría un nuevo sentido a los Acuerdos de Paz y los adaptaría a la realidad actual, que es muy diferente a la que existía cuando fueron firmados.