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La Ilustración y la visión educativa (1/2)

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Mientras en el centro de Europa las ideas materialistas del universo daban lugar al desarrollo de una epistemología también materialista y reductora, en Inglaterra, caracterizada por su constitucionalidad y una iglesia activa más que autoritaria, la visión del cosmos y la naturaleza desarrollaba con otras bases. Isaac Newton (1643 – 1727) se había dado cuenta al igual que Thomas Hobbes que el mundo a su alrededor estaba en completo caos y que la causa de dicho caos era dios, idea utilizada por los grandes monarcas, con ayuda de la Iglesia, para justificar cruentas guerras. En 1660, cansados del radicalismo de Cromwell, los Ingleses habían restaurado la monarquía con Carlos II procurando limitar el poder el rey pero sin mucho éxito. Esta situación reflejaba un conflicto entre posturas: o se era radical o se era conservador, evidenciándose un trecho cada vez más amplio entre religión, política y ciencia. Sin embargo Newton, con la ayuda posterior de John Locke, va a saberle brindar una tercera opción a la sociedad inglesa: la reconciliación que definió que el período moderno temprano se convirtiera en período moderno.

Al unir la geometría analítica de René Descartes con la apreciación de lo físico y la experimentación, Newton concluyó que el objetivo primordial de la ciencia era observar y con ello asombrarse del misterio de dios y su capacidad creativa, a diferencia de Descartes, que miraba como el fin del conocimiento del filósofo naturalista el poder controlar el universo y explicarlo de modo que dios mismo se convirtiera en un objeto más de análisis. Esa visión fue clave para la integración se su visión en la cultura, la política y la religión inglesas de la época. Para Newton la materia desencantada de Descartes realmente era movida por fuerzas externas –la gravedad-, pero afirmaba que dichas fuerzas eran realmente el deseo de dios: la evidencia de su bondad y armonía. Las observaciones de Newton y sus teorías, basadas en cálculos matemáticos simples y prácticos, van a dar lugar también a una explosión de ciencia aplicada, o tecnología. La cultura inglesa, así, se vio beneficiada no sólo en el sentido de haberle encontrado una explicación al cosmos que fuera de la mano de su visión religiosa sino también una nueva posibilidad práctica. Newton integró, en ese sentido, muchos aspectos del pensamiento de su época.

Si bien Descartes le había brindado a Occidente un nueva visión del mundo llenando el vacío que el colapso aristotélico había dejado, sabiendo responder a la necesidad de una nueva metafísica y creando una nueva vía para acceder al conocimiento, el mundo moderno no va a estar definido por aquélla visión sino por el newtonianismo, llevado al contexto político y social por John Locke (1632 – 1704),. Inspirado por la modestia de Newton y horrorizado por Descartes –la postura de “pienso, luego existo” le parecía de lo más arrogante– Locke tradujo la física newtoniana a una nueva epistemología[1]. El empirismo de Newton y la descripción profunda y misteriosa del universo, le hacían sentido a Locke, considerando que su método era una vía más poderosa y certera para alcanzar el conocimiento y definir creencias: era un programa cuidadoso, incremental y sujeto totalmente a la prueba y la demostración. De hecho, esos elementos serán la parte central de la cultura ilustrada inglesa, la nueva política y su visión educativa.

La ilustración francesa, en contraste, se desarrollaba en un escenario muy distinto al Inglés y por lo tanto sus resultados también difieren de aquellos. Los filósofos naturales franceses del siglo XVIII eran herederos directos del cartesianismo, poniendo al centro de su indagación y estudio la matemática y la concepción mecanicista de las cosas. De acuerdo a esto, la mente y la materia eran vistas como estratos diferentes y separados por lo que las teorías de Newton les resultaban demasiado “encantadas” a la vez que complicadas. Esto sumado al hecho de que Newton era inglés y el hecho de que Inglaterra era enemiga de Francia influía en que los científicos franceses se cerraran a una concepción distinta de la mecanicista. Por otro lado, el contexto político francés estaba caracterizado por un catolicismo extremo: el absolutismo de Luis XIV, muy similar al español, donde la base misma del sistema se sentaba sobre una Iglesia medieval. El ancient régime y su visión tripartita de la sociedad, un concepto que desde Carlomagno dividía a la población jerárquicamente según sus funciones, dejaba afuera de esa organización a la nueva clase intelectual. El conocimiento estaba restringido a la Iglesia y al conocimiento de la doctrina cristiana, dejando afuera del sistema a aquéllos que deseaban independencia para la exploración de la naturaleza y el cosmos. Tampoco existía en Francia una cámara que representara a los comunes y que los protegiera.

El recurso de la Reforma: “sola fida sola scriptura” había dado lugar a un alfabetismo acelerado en los países protestantes. A partir de ello Inglaterra había encontrado la manera de darle a sus súbditos un acceso directo a las escrituras sagradas evitando, con la consciencia newtoniana, que estos cayeran en el fanatismo guiándose por el aspecto escatológico de las mismas. Los ingleses de entonces consideraran a la naturaleza misma como un libro sagrado al cual se accedía por medio de la observación, la experimentación y el razonamiento. Con esto todo cuadraba y se integraba en una visión teológica natural. En el escenario francés, sin embargo, esto resultaba imposible. Para empezar, los filósofos naturales veían en la Iglesia y su programa para la salvación a un enemigo directo, por lo que integrar ambas visiones no era una opción. La Iglesia Católica era anti-copernicana, se movía de acuerdo a sus propios intereses y justificaba las guerras con la idea de dios. Así, Newton resultaba fundamentalmente anti-francés. Los filósofos franceses sabían que necesitan una nueva visión pero se habían quedado en gran parte atorados en la visión cartesiana-mecánica en su versión más radical: la deísta.

Las puertas al empirismo se abrieron pero sólo un poco con Voltaire (1694 -1778), quien víctima del absolutismo francés fue enviado a Inglaterra, donde se quedó sorprendido de una cultura tan radicalmente distinta a la suya. Allí se encontró con el espíritu industrial newtoniano, donde la educación estaba disponible para todos, no formalmente pero a través de conferencias con contenidos científicos abiertas para cualquiera. A partir de su experiencia allí Voltaire escribió sus Cartas filosóficas sobre la nación inglesa (1733) donde alababa a Inglaterra por su monarquía constitucional, su espíritu emprendedor y su genio práctico, a la vez que criticaba a la monarquía francesa, a la aristocracia y a la Iglesia. Sin embargo las traducciones y adaptaciones de la visión newtoniana de Voltaire mostrarán a un Newton distinto: ya no va a ser aquél Newton inspirado por las santas escrituras, buscando predicciones astronómicas desde la perspectiva bíblica o teológica. Voltaire necesitaba darle a los franceses un dios con el que pudieran lidiar dadas sus circunstancias y su historia: desarrolló una visión deísta de la filosofía natural de Newton, dejando afuera cualquier elemento místico y teológico.


[1]Pienso que nadie podrá negar que el señor Newton conozca como verdaderas cualquiera de las proposiciones que puede leer en todo momento en sus obras, aunque no tenga actualmente a la vista la cadena admirable de ideas intermedias que le sirvieron para descubrir que eran verdades. Una memoria como ésta, capaz de retener tal número de ideas particulares, puede considerarse como algo que excede las facultades humanas, puesto que el descubrimiento, percepción y unión de esa maravillosa conexión de ideas parece sobrepasar la comprensión de la mayor parte de los lectores.” John Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano (1689).


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