Desde sus cómodas oficinas y cuarteles, cual lacayos medievales, los solitarios voceros del poder se dedican a abrirle paso en medio de la gente a los gobernantes, que (ni reyes, ni dictadores, ni patrones del pueblo) están hoy sentados en la silla presidencial por azares del destino. “¡Dejen a Jimmy en Paz!”, “no molesten a Jafeth”, “déjenlos trabajar!”, es su enfadada consigna.
“Son malos guatemaltecos quienes critican los yerros del binomio Morales /Cabrera”, gritan indignados columnistas y voceros del servilismo. Salen presurosos a defender lo indefendible en las redes sociales sus mercenarios mediáticos virtuales y atrás les siguen los pocos fanáticos que quedan, algunos otros ingenuos y otros ilusos seguidores.
Es importante poner las cosas claras y cuestionar semejante argumento.
Le pregunto a esos lacayos del sistema y ciegos defensores de una cuestionada “institucionalidad”: ¿acaso es molestar al presidente ejercer el derecho a protestar expresando indignación, evidenciar los errores cometidos, destapar casos de corrupción o defender los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos del país? ¿Es malo indignarse por basar la política de salud en limosnas y donaciones en lugar de revisar el problema de fondo de la miserable condición de los hospitales públicos y de los médicos que allí laboran?, ¿deberíamos acaso habernos callado en lugar de exigir la destitución de la exministra de Comunicaciones por su opaco actuar y evasión de impuestos? ¿Acaso demandar transparencia en la gestión pública a los pocos días que tiene el recién estrenado gobierno es ser un mal guatemalteco? ¿Será que exigir que por lo menos el presidente empiece a cumplir con lo que prometió en campaña respecto a su supuesta honestidad es “no dejarlo gobernar”?
La respuesta es clara: es ridículo, absurdo y poco inteligente pedir el silencio y la complicidad de la ciudadanía apelando a tan vano y flojo argumento, si nos queremos llamar un país democrático no digamos digno o mínimamente civilizado. Más bien, es de tinte fascista, autocrático y dictatorial pretender que la población agache la cabeza, se calle como borregos de iglesia repitiendo amén y no exija, ejerciendo sus derechos, la importante demanda a sus gobernantes de la raison d'être de una república democrática: “El pueblo es El Soberano y los funcionarios no son dueños sino depositarios de la autoridad”, punto.
De hecho, las críticas son precisamente para que el gobierno trabaje en beneficio del país y deje su parafernalia mediática con sabor a populismo.
Así las cosas, esa servil e infantil cantaleta de "Dejen trabajar al presidente" que gritan los voceros del poder concentrado, solo puede ser tomada en serio por los mismos "lambiscones" y beneficiarios de la actual gestión. Gestión que con lo evidenciado en menos de un mes, apunta a ser igual que los anteriores gobiernos, si no otro de los mismos grupos de politicastros que pasarán a la historia del país con muchas penas y pocas glorias.
Independientemente de si hubiese sido Sandra, Manuel, Otto, Chana o Juana, quienes estuvieran en el gobierno, la ciudadanía no se va a callar. No vamos a “dejar en Paz” a cualquier gobernante mentiroso, pícaro, cínico, prepotente por no decir, corrupto, opaco o inepto, independientemente de su partido, su nombre o su apellido. El silencio es precisamente lo que le ha causado mucho daño al país y le ha dado paso a la corrupción, el abuso y la mediocridad. La cultura del miedo se quedó atrás. Guatemala ya comprendió que quien te quiere callar es porque teme que hables.