Este mes se conmemoran dos años de la captura en México de Roberto Barreda, el principal sospechoso de la desaparición de Cristina Siekavizza. Fue capturado en Yucatán, México, el 8 de noviembre de 2013. Permaneció oculto 27 meses con sus dos hijos. El 26 de noviembre inicia la audiencia de apertura juicio en el juzgado de Mayor Riesgo B, a cargo de Miguel Ángel Gálvez. En conmemoración del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, recordamos el texto de Evelyn Boche, publicado en la edición número 31 de la revista impresa de ContraPoder, que narra la teoría del Ministerio Público.

Olga Petrona Say trabajó durante cinco años para el matrimonio Barreda Siekavizza. Durante ese tiempo presenció varias discusiones de
la pareja y, hasta el momento, es la última persona que vio con vida a Cristina Siekavizza. Sus narraciones construyen una historia de violencia que terminó la noche del 6 de Julio de 2011, con la supuesta muerte de la joven madre y constituyen la piedra angular del Ministerio Público (MP) para sustentar que Roberto Barreda de León mató a su esposa a golpes y ocultó su cuerpo.
Ante un juzgado de alto impacto, el fiscal asignado al caso, Héctor Canastuj, narró el 20 de noviembre de 2013 la secuencia de declaraciones, hechos e indicios de que Barreda cometió femicidio, obstruyó la justicia y maltrató a menores de edad, los tres delitos que el juez Gervi Sical accedió a imputarle a Barreda.
La lectura del fiscal duró un poco más de dos horas y se resume en la tesis de que Roberto Barreda golpeó a Cristina Siekavizza hasta matarla, sacó el cuerpo de la casa en su camioneta, lo movilizó en varios puntos y lo ocultó en un lugar que el MP aún no ha encontrado. La empleada Say, una joven de 26 años, y los dos hijos del matrimonio, de 6 y 9 años, son, según la fiscalía, los únicos testigos de qué sucedió en el hogar de los Barreda Siekavizza.
Roberto Barreda fue capturado en Mérida, Yucatán, México, el 8 de noviembre de 2013, tras permanecer prófugo 27 meses. Se abstuvo de declarar en la audiencia. Solo leyó una carta dedicada a sus hijos, a quienes sacó del país con documenta- ción falsa, y pidió justicia.
La única versión que se conoce hasta el momento de lo que sucedió el miércoles 6 de julio es la que ha armado el MP a partir de los testimonios de la joven Say, amigos de Siekavizza, vecinos y otros entrevistados.
El abogado de Barreda señala que el MP carece de una hipótesis del crimen, cuestiona la credibilidad de los testigos, subraya la ausencia de pruebas y prepara sus herramientas de defensa. La Fiscalía tiene menos tres meses para sustentar su investigación. La audiencia para que presente las conclusiones de sus pesquisas será el 20 de febrero de 2014. Si el MP cuenta con elementos suficientes, acusará formalmente a Barreda.
LA NOCHE QUE MURIÓ CRISTINA, SEGÚN SAY
Olga Petrona Say habló por primera vez ante un juzgado después de su captura, el 7 de agosto de 2011. El MP le ofreció que fuera colaboradora eficaz y rindió tres declaraciones más entre agosto y octubre de ese año.
La trabajadora contó que vio por última vez a su patrona, Cristina Siekavizza, el miércoles 6 de julio a las 22:00 horas, en la casa del matrimonio ubicada en el residencial Los Manantiales, San José Pinula. Esa noche, narró, los niños Roberto José y María Mercedes veían televisión en el dormitorio principal a alto volumen, con la puerta cerrada. Barreda discutía con su esposa en la sala de la planta baja, aparentemente por el contenido de una mariconera.
La discusión terminó en el segundo piso, en el cuarto del niño. Según Say, Barreda encerró a su esposa en esa habitación y la golpeó. La empleada contó que enseguida escuchó que abrieron la llave de la regadera del baño y que Cristina gritó para pedir auxilio.
El fiscal Canastuj no especificó en la audiencia donde estaba la trabajadora Say cuando su patrona solicitó ayuda, por qué no se la dio y cómo sabe que fue golpeada. Sin embargo, cuando el caso estuvo asignado a la fiscalía de Crimen Organizado, en agosto 2011, se conoció que en una de las declaraciones Say contó que vio tendida a su jefa en una cama y distinguió sus pies. También se sabe que durante las pesquisas, el MP determinó que desapareció el edredón de la cama del niño y varios peluches. Los fiscales suponen que el agresor envolvió el cuerpo con la frazada. Y el hecho de que los niños estuvieran encerrados en la habitación principal, mientras veían televisión, los hace suponer que Barreda actuó con premeditación.
La narración de Say se reanuda el jueves 7 de julio, a las 5:00 de la mañana. Mientras estaba acostada en su cama, escuchó que arrastraron “algo pesado” en los escalones que van del primer al segundo piso de la casa. El dormitorio de Say estaba en el primer nivel, al lado del garage. Ella asegura que hasta ahí se escuchó que un “objeto” se golpeaba en las gradas mientras lo desplazaban hacia abajo.
El repartidor de periódicos declaró en la fiscalía que Barreda recibió el diario entre las 5:00 y las 5:30, algo inusual ya que siempre lo dejaba frente a la puerta. El fiscal Canastuj cuestionó qué hacía Barreda en la puerta de la vivienda a esa hora, qué cambió su rutina de ese día.
Una vecina declaró ante la fiscalía que, días después, Roberto Barreda le contó que el 7 de julio él desayunó con su esposa y ella llevó a los niños al colegio. Sin embargo, un vídeo de la garita de Los Manantiales que secuestró la Fiscalía lo desmiente. Las imágenes muestran a Barreda cuando sale en su camioneta con sus hijos en la mañana para llevarlos al colegio. Canastuj expuso ante el juez que Say contó que, esa mañana, Barreda no le permitió abrir el baúl del carro, ahí trasladaban los bolsones de los niños. Según la hipótesis del MP, el cuerpo de Cristina iba escondido esa mañana en el maletero.
Roberto Barreda era gerente para la región Oriente de una empresa de telefonía, un puesto en el que ganaba Q35 mil mensuales. Acostumbraba llamar por teléfono a su esposa todos los días, de acuerdo con el despliegue de llamadas que entregó el proveedor del servicio. Pero el 7 de julio no lo hizo. Barreda estuvo todo el día afuera de su casa y regresó, aparentemente de trabajar, alrededor de las 17:00 horas.
Fue en ese momento, al no encontrar a Cristina y escuchar de Say que no la había visto en todo el día, que alertó sobre la ausencia de su esposa.
Otro de los elementos que presentó la fiscalía en la audiencia del 20 de noviembre fue el testimonio de Stephanie Klussmann, amiga cercana de Siekavizza. Ella relató que el 6 de julio ambas conversaban por teléfono y aproximadamente a las 6:00 de la tarde Cristina le indicó que tenía que dejar la conversación, pues su marido había llegado y debía servirle la cena. El relato confirma la versión de que Barreda estuvo en la casa la noche que Cristina desapareció.
LE CORTÓ EL ACCESO AL DINERO
Según la fiscalía, una semana antes de su desaparición, Siekavizza le reclamó a Barreda que no abrió una cuenta de cheques que le había ofrecido. Un mes atrás, en junio de 2011, Barreda había anulado la firma de ella en una cuenta bancaria mancomunada. Según Say, Barreda le daba a su esposa Q500 en efectivo al mes para los gastos de la casa (menos del 2 por ciento de su salario).
Barreda no solo le daba poco dinero a su esposa, sino que no le permitía trabajar. Say contó que su patrona –licenciada en administración de empresas– consiguió un trabajo a escondidas de su marido (la fiscalía no indicó de qué) y cuando él se enteró, le exigió que renunciara. Con estos indicios, el MP considera que Siekavizza fue víctima de violencia contra la mujer, específicamente económica, pero el juez Sical no accedió a imputar ese delito.
El dinero fue motivo de varias discusiones entre los Barreda Siekavizza, según su trabajadora y el certificado del psiquiatra Luis Pedro Torrebiarte que obtuvo la fiscalía. El médico atendió a Siekavizza el 30 de mayo de 2011 y durante la cita observó que lucía decaída. Ella le contó sobre un viaje familiar, muy bonito, que luego provocó el enojo de su esposo porque lo que gastaron desajustó sus fondos para la construcción de una casa en Cayalá.
Después del viaje Barreda se retractó de la compra de 2 mil blocks y otros materiales de construcción que había adquirido a Grupo Forte y pidió que le devolvieran Q46 mil 749 que ya había pagado. Era finales de julio. Días después de obtener el reembolso desapareció con sus dos hijos.
DISCUSIONES CONSTANTES
Say narró al MP muchas de las discusiones de los Barreda Siekavizza que escuchó durante los cinco años que trabajó para ellos. Durante la audiencia de imputación de delitos, el fiscal Canastuj leyó fragmentos de esas descripciones.
En una ocasión, narró, Barreda buscaba con afán una cadena de oro. Su hijo le indicó que la había tirado en el inodoro y el padre le pegó con un cincho. “Nos gritó a las dos e intentó pegarnos”, contó Say. Se refería a ella y a su patrona.
Otra de las escenas ocurrió en uno de los jardines de la casa. Barreda sorprendió a su hijo cuando pintaba macetas con ácido (no se precisó de qué tipo). Lo tomó del pelo y casi arrastrado lo metió debajo la ducha, con la ropa puesta.
En su declaración, Say también recordó que una noche escuchó que Siekavizza sollozaba. Barreda le explicó a la doméstica que Cristina se había resbalado y el clóset le cayó encima. “Yo recuerdo que el clóset estaba en su lugar”, relató la trabajadora doméstica.
El matrimonio Barreda Siekavizza no atravesaba por un buen momento en julio de 2011. Meses atrás, Cristina había sufrido un aborto espontáneo. El embarazo lo transcurrió en reposo, por indicación médica, y con los constantes reclamos de su esposo porque había descuidado su arreglo personal. Barreda, que insistió para tener un tercer hijo, pese a la resistencia de ella, la culpó por la pérdida del bebé.
Say también recordó ante la fiscalía que en mayo de 2011 Barreda le pidió que, como parte de sus tareas, se involucrara más en el cuidado de los niños. “No sé por cuánto tiempo más voy a aguantar a Cristina”, le comentó.
HAY SANGRE, PERO NO SE PUEDE IDENTIFICAR
El criminalista Edmond Locard, apodado el “Sherlock Holmes francés” decía que “el tiempo que pasa es la verdad que huye”. Para un técnico en investigación es primordial tener acceso a una escena del crimen sin contaminación y lo antes posible. Y en el caso de la Cristina Siekavizza llegaron tarde.
El 26 de julio de 2011, veinte días después de la desaparición de la joven madre, se practicó una primera prueba de luminiscencia en la casa que habitaban los Barreda Siekavizza, una vivienda de dos niveles que la familia habitaba desde hacía tres meses.
La prueba consiste en aplicar luminol y otros químicos en la oscuridad. Cuando los componentes entran en contacto con las superficies generan una fluorescencia en las áreas con posibles vestigios de sangre. La prueba dio positivo en el piso debajo del lavamanos del cuarto principal, en el piso de la habitación del niño, en la sala (no se precisó si la familiar o la general) y en el lavamanos del cuarto de servicio de la casa del matrimonio Barreda Siekavizza. También se encendió el color fosforescente en el carro de Siekavizza y en el baúl de la camioneta Suzuki Vitara de Barreda.
Un segundo peritaje, practicado hasta el 7 de enero de 2013, reveló manchas en dos esquinas del fondo del baúl de la Suzuki, en el chasis y en el cargador del escape. El perito que efectuó la revisión señaló que en el maletero se transportó algo con presencia de sangre y aunque el área se lavó es posible que los residuos escurrieran por un orificio y se alojaran en la carrocería. El experto también supone que la alfombra de esa parte del vehículo fue cambiada ya que los remaches estaban removidos.
Las pequeñas manchas de sangre serían un eslabón importante en la cadena de hechos del caso Siekavizza, pero, hasta el momento, no se
ha podido establecer a quién pertenecían. Los técnicos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif ) no determinaron de quién era la sangre debido a que las muestras que se recogieron tenían una concentración muy baja de material genético. Miriam Ovalle, exdirectora del Inacif, explicó que esta imposibilidad de análisis ocurre cuando el residuo tiene una cantidad insuficiente de células o cuando la sangre se daña por contaminación.
Ovalle fue denunciada por la Fundación Sobrevivientes, querellante del caso, por supuestas alteraciones en los resultados de peritajes en el caso Siekavizza.
El MP desestimó la denuncia, la cual fue presentada en la fase final del proceso de elección de director del Inacif en el que Ovalle
buscó, sin éxito, reelegirse.
La fiscalía sostiene que Barreda usó su camioneta Suzuki para sacar el cadáver del condominio donde vivían, el jueves 7 de julio, después de dejar a los niños en el colegio. El sistema de localización satelital (GPS) reflejó el desplazamiento del carro desde la capital hasta Morazán, El Progreso. También registró que días después el carro fue conducido hasta una agencia de Suzuki y otras ventas de repuestos en la zona 8.
La fiscalía supone que Barreda quería cambiar piezas de su camioneta para obstruir las pesquisas. Acuña la conjetura en el testimonio de un compañero de trabajo de Barreda, quien relató que su amigo le pidió su carro prestado, pero no accedió. Las camionetas de ambos eran del mismo modelo, la empresa de telefonía las asignaba a sus gerentes.
Luego de escuchar los planteamientos de la fiscalía, del querellante (Fundación Sobrevivientes) y de la defensa, el juez Sical explicó sus argumentos para ligar a proceso a Barreda por tres de los seis delitos que pidió el MP. Aun- que no existe cadáver de la víctima aún es posible encontrarlo o comprobar que no está viva, dijo.
El Ministerio Público tiene ahora, más que nunca, la presión de encontrar a Cristina Siekavizza. Ya ha realizado más de cien diligencias para hallar el cuerpo, entre ellas excavaciones, inspecciones en ríos y exhumaciones. Los operativos de búsqueda no se han reanudado.
La abogada penalista Mayra Véliz opina que si no hay cuerpo, el reto del MP es explicar, sin dejar lugar a dudas, cómo lo desapareció Barreda y quiénes le ayudaron.
Por ahora hay tres sindicados de colaborar con él y obstruir la investigación: su madre, Ofelia de León, su cuñado Joaquín Flores y el exinvestigador privado Óscar Celada. La fiscalía los señala de formar parte de una estructura que ayudó a eliminar evidencias del presunto asesinato de Siekavizza. Las nuevas pesquisas, tras la captura de Barreda en México, abrieron nuevas líneas de investigación sobre quiénes ayudaron desde Guatemala a Barreda para que permaneciera prófugo.
Además de Olga Petrona Say, el MP tiene a otros testigos directos de lo que sucedió en el hogar de los Barreda Siekavizza: los niños. La fiscalía aún evalúa si buscará esas declaraciones, dada su edad (tenían 4 y 7 años en 2011) y su vulnerabilidad. De optar por recu- rrir a ellos, deberá ser a través de una cámara Gesell, una habitación dividida en dos ambientes separados por un vidrio. En un lado estarían los observadores y en el otro, el menor conversaría con un especialista, que puede ser un psicólogo. La fiscalía no ha descartado la posibilidad de solicitar esta diligencia.
Texto tomado del artículo Evelyn Boche, publicado el 29 de noviembre de 2013 en la edición número 31 de la revista impresa de ContraPoder, que narra la teoría del Ministerio Público.
Lea también: