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Capitalismo desigual

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Es más realista pensar en tendencias que extremos absolutos entre el espectro desigualdad-igualdad.

El capitalismo se conoce como la antítesis del comunismo. Simplistamente, el capitalismo implica la producción y distribución mediante los mercados, de satisfactores de necesidades individuales a través de la propiedad privada de los factores productivos y la creación de riqueza como consecuencia de su uso, explotación, acumulación y comercialización. Es decir, en lugar de producir a nivel centralizado el Estado se organiza de forma tal que cada individuo, con su capacidad creativa y buscando su propio beneficio, realizará actividades productivas para satisfacer demandas constantes vendiendo en el mercado lo necesario a precios eficientes y generando con eso excedentes que el propietario puede reinvertir o acumular paulatinamente.  

Milton Friedman tenía razón al decir que “la libertad económica es, en sí misma, un componente esencial de la libertad en general”, es decir, que, en buena medida, los mercados democratizan el poder. Sin embargo,  el sistema de laissez faire absoluto (o “mercados absolutamente libres”) al que se refiere como modelo teórico para alcanzar esa libertad es tan utópico como el comunismo que pregonaba igualdad absoluta para todos.  El concepto de “Libertad” se amplía al incluir la variable de “Responsabilidad”. Cuando hay información asimétrica la responsabilidad también es asimétrica, siendo ese, el riesgo moral, uno de los fallos del modelo individualista del laissez faire. Ejemplos abundan, como la sistemática depredación ambiental y destrucción de biodiversidad que privadamente los productores a nivel individual generan, con un costo social disperso, buscando beneficios individuales concentrados.

Por otro lado, en un absolutista modelo de “libre mercado” no debieran existir diferencias entre quienes compiten, pues eso atenta contra la igualdad de condiciones para competir, por lo que las desigualdades que producen la edad y el Premium de la experiencia en el tiempo entre quienes compiten en el mercado laboral, por ejemplo, riñen con los fundamentos teóricos de la teoría de mercados perfectos.

Por ello es que las desigualdades dentro de un sistema capitalista deben ser analizadas con más profundidad y con distintas herramientas en función del objetivo del análisis y el contexto. Hoy por hoy todas las economías del mundo, con excepción de Cuba y Corea del Norte, se fundamentan en el “capitalismo” como modelo económico, con sus variantes en su aplicación al determinar los grados de intervención y la función de los Gobiernos en la economía.

En ese contexto, existen  algunos países (como los EUA) donde sus habitantes son desigualmente “ricos” comparando su ingreso per cápita con otros países; también hay países cuya población tiende a ser “igualmente pobre” (como Tanzania), con la excepción de líderes políticos y abusadores del poder y otros donde los pocos ricos son inmensamente ricos y las mayorías, pobres, son absolutamente pobres, como en Guatemala, Honduras, o Brasil. Las excepciones, son países más igualitarios, como los países nórdicos o Canadá, en donde existe una robusta clase media y los extremos son minimizados. Aún los mas pobres, sin embargo, cuentan con acceso a servicios básicos y nadie muere de hambre. Los más ricos, en ese caso, pagan más impuestos para balancear más equitativamente las asimétricas proporciones.

El índice de Gini es un indicador que mide la distribución de cualquier variable entre una población, por ejemplo, la riqueza, los ingresos o la tierra.

Un índice de 1 reflejaría una total desigualdad (es decir una máxima concentración de dichos recursos) y el 0 una distribución perfectamente proporcional del recurso en la población estudiada. Así las cosas, al medir cómo se distribuyen de los ingresos generados dentro de toda la población de un país no se esperaría ninguno de los extremos, primero porque en ningún país la renta se acumula en una sola persona y segundo porque al hablar de renta (o ingresos), hay personas de las que no se espera reciban una proporción igualitaria (niños y niñas, diferentes actividades económicas, diferentes profesiones, etc.)  Precisamente por ello, la evidencia muestra que, en cuanto a ingresos, todos los países son desiguales,  el Gini oscila entre +/-0.25 del país menos desigual y +/-0.65 del más desigual en cuanto a los ingresos de un país son distribuidos en su población total. Algunas mediciones se hacen solo dentro de la población adulta y  otras dentro de la PEA, por lo que los datos entre países no son necesariamente compatibles. Sin embargo, dicha comparación de índices de GIni entre países  en el tiempo, aún con sus falencias, cuando son consistentes, marca tendencias y ayuda a dar luces sobre la realidad en la distribución de ingresos entre sociedades. Por ejemplo, en países donde el PIB crece pero, al concentrarse dicha renta en pocas manos, no se traduce en desarrollo en el resto de habitantes en el tiempo.

Existen otras herramientas para medir la desigualdad en la distribución de cualquier variable en una población. Por ejemplo, la relación de extremos que compara los ingresos del 10% de la población más rica vrs el 10% de la más pobre, el Índice de Theil, el índice de Atkinson y otras medidas de dispersión y de concentración importantes para la discusión sobre pobreza, desarrollo, equidad e igualdad.

Desde diversas perspectivas de medición, Guatemala se encuentra entre los primeros países del mundo más desiguales e inequitativos en cuanto a la distribución de sus ingresos, de su riqueza y de la propiedad de factores productivos (tierra, acceso a capital, etc.). Un problema fundamental es la escases de datos confiables que subestiman la realidad sobre las desigualdades en el país.

Los ingresos son una variable importante que determina la riqueza de un país: Los ingresos son un flujo de dinero, por lo que no son heredables ni acumulables, es su excedente el que puede acumularse o heredarse, haciendo que las diferencias de ingresos se conviertan en desigualdades estructurales de riqueza, reproduciendo un “capitalismo disfuncional” en el tiempo.  

La discusión sobre desigualdad llegó para quedarse, aunque es fácil y conveniente evadirla o demeritarla, sobre todo por parte de quienes ven amenazados sus intereses al abordarla: El poder estructuralmente concentrado.

 


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