Dinosaurios que no entran en peligro de extinción al igual que caras nuevas que traen consigo patrocinadores y mecenas del histórico establishment serán incapaces de proporcionar el cambio que los guatemaltecos requieren y que, al día de hoy, están convencidos de que pueden exigir.
El pasado nos muestra una historia que difícilmente puede ser rebatida por algún sector, alguna ideología o por cualquier simple guatemalteco de a pie. Estamos peor que nunca, y se requiere de un trastorno mental para argumentar lo contrario. Caminamos hacia adelante, pero las anclas que arrastramos no permiten que Guatemala salga de una perpetua condición de subdesarrollo. Desde la firma de la paz, intelectuales de izquierda y de derecha, militares, empresarios y sindicalistas, activistas y exguerrilleros han sido todos parte del tejido social-político que coloca hoy a Guatemala al borde del abismo.
Cada sector –representado por diversas asociaciones, gremiales y grupos– ha sido encabezado por líderes expertos en retórica que han cometido el gravísimo error de no velar por el bien común y por los intereses de la mayoría. Con una izquierda con mucho qué decir, pero con muy poco con qué actuar y una derecha con mucho con qué actuar pero con mucho que esconder, solo queda espacio para una ideología pragmática capaz de afrontar la problemática nacional de una manera práctica y en representación de Guatemala.
El presidente electo empieza a formar sus alineaciones y con ello podemos empezar a percibir qué tipo de gobierno nos espera. Un hombre que categóricamente se considera a sí mismo un conservador de derecha, es obvio que buscará formar su equipo con mentes afines a su ideología.
Pero no es precisamente en su ideología en la que veo su inminente fracaso. La energía está en su contra y ya muchos vaticinan que no será capaz de terminar su período. Pero ¿a qué se debe este escepticismo? ¿Será su claro desconocimiento del Estado lo que levanta la duda de su capacidad?
Yo considero que no es la falta de conocimiento del Estado lo que pone en duda la gobernabilidad de Jimmy Morales; es el desconocimiento de los poderes paralelos que han gobernado históricamente en Guatemala lo que cavará su tumba. La frescura del antisistema, con la que Morales fue capaz de derrotar a Manuel Baldizón y a Sandra Torres, empieza a ponerse en tela de duda.
Los guatemaltecos teníamos la esperanza de que con el apoyo de la ciudadanía, Morales iba a capitalizar esta oportunidad única e histórica de transformar la cosa pública. Sin embargo, el presidente electo recurre al baúl de los recuerdos en búsqueda de sus piezas clave, de consejos y de un norte para gobernar Guatemala.
Nuestro próximo gobernante llegó al poder sin gabinete y sin un plan concreto para afrontar la peor crisis de la historia guatemalteca. El cambio requiere de nuevos personajes que sean capaces de hacer las cosas diferente. No podemos esperar que se logre la reforma del Estado que tanto necesita Guatemala, si los que están detrás del telón siguen siendo los mismos.
La única salida que le queda a Guatemala es la de un gobernante pragmático y sin ataduras. Jimmy Morales tiene una oportunidad única de levantar las anclas históricas que no dejan que Guatemala avance.
Su llegada al poder se da por una coyuntura ajena a su visión, ideología y popularidad. Morales es el presidente del antisistema, y llega al poder con muy pocos compromisos que le permiten un distanciamiento histórico ante los grupos de poder tradicionales. De él depende si se mantiene como un hombre de clase media y honrado, como él se describe a sí mismo. De no ser así, habrá pactado con los responsables de nuestra condición actual, cometiendo al igual que sus antecesores el grave error de no atender las necesidades de su pueblo.