No es otra pugna más entre antimilitares y militares, sino un anuncio de quienes tendrán el poder a partir del 14 de enero.
De esta Legislatura, pocos perdurarán para la próxima. Pero eso no es garantía de que hagan un postrer intento por redimirse. En este erial de despojos políticos, es difícil un cambio de costumbres.
Ya resulta un lugar común decir que el enjuiciamiento de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti y la derrota de Manuel Baldizón aceleraron la muerte política de toda una generación de políticos y de partidos. Antes de esto, Libertad Democrática Renovada (Lider) y el Partido Patriota (PP), imponían su ley en el Congreso y habían logrado imponer un Organismo Judicial y dominaban una Corte de Constitucionalidad (CC) que debía asegurarles la impunidad absoluta.
Lo que se ve hoy en el Palacio Legislativo y en los cenáculos vivientes es un cruce entre El cadáver de la novia, de Tim Burton, y La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero. Es cierto, sin la simpatía de la primera y con la sensación de repulsa de la segunda elevada a la enésima potencia.
En este microcosmos de despojos políticos, hay un PP en vías de extinción, con una bancada conformada apenas por 17 diputados de los cuales, unos días unos siguen a José Fernández Chenal o a Aleksánder Castillo y otros, se van por la libre.
Lider, el complemento de esta yunta, entró en entropía acelerada luego de la humillación de las elecciones generales, un fenómeno que muchos deseaban pero pocos anticipaban.
"En la agonía de la VII legislatura es más importante la defensa del gallinero personal que la satisfacción de las demandas nacionales".
Tan rápido e inesperado ha sido el desangramiento de esta franquicia que hace apenas cinco meses su diario oficial, La Nación, anunciaba: “Bancada LIDER suma 62 legisladores en el Congreso”. Lo cual “la sitúa como la bancada mayoritaria en el Legislativo, mientras otros bloques pierden integrantes”. Luego tomó el alfaque de la crisis y acabó con las expectativas de 8 diputados, que aguardan ser encausados por corrupción y tráfico de influencias. Una bancada vertical y disciplinada se disgregó en al menos cuatro grupúsculos dirigidos por otros tantos cabecillas.
Salvador Baldizón, el vicario de su hermano, y Roberto Villate, su mandatario en el Congreso, perdieron su antigua autoridad. En el Legislativo tratan de exprimir al máximo sus últimos días de ventajas como parlamentarios, los diputados con antejuicio. La mayoría de ellos están convencidos de que “el doctor” los entregó a cambio de que la Corte Suprema se tomase todo el tiempo posible en tramitar el proceso contra Édgar Barquín, su compañero de fórmula y así no echar a perder su candidatura cuando creía en la gran posibilidad de ganar la elección presidencial.
De los 62, hay 25 que cargan con una especie de resentimiento, por haberle obedecido a Baldizón e intentar sabotear la mayoría calificada que requería someter a proceso judicial a Pérez Molina.
En este cementerio de espectros y muertos vivientes de la política, hay otros cadáveres que probablemente pronto serán inhumados. El primero y más conspicuo es Roberto Alejos, que no solo no tendrá tribuna para promoverse, sino también corre el riesgo de perder el partido que fundó. Sin partido y fuera de la planilla del Estado de Guatemala, Alejos también carga con el estigma que representa ser hermano del prófugo Gustavo. Y el segundo, Luis Fernando Pérez, que no solo fracasó como candidato presidencial, sino encima enterró al Partido Republicano Institucional (PRI), la reconversión del Frente Republicano Guatemalteco (FRG) que le heredó el general Efraín Ríos Montt.
En ese cementerio, tiradero de una generación de políticos fracasados y corruptos, todavía un grupo de cadáveres vivientes hizo su postrer esfuerzo para sacarle provecho a la aprobación del Presupuesto 2016. A costa nuestra y de lo que tributamos, continuaremos financiando las oenegé de esos espectros y las de sus amigos.