Los sancarlistas no necesariamente son rojos, los landivarianos sin–sin ni los marroquianos capitalistas. Por supuesto que cada casa universitaria intenta enlistar a sus alumnos para que se conviertan en discípulos de sus líneas de pensamiento, pero no siempre triunfan. Esto ha causado que surjan un sinfín de prejuicios que marcan a sus egresados, pero aquí están para mostrar que no son más que etiquetas.
Un viejo chiste dice que los estudiantes de la Universidad Rafael Landívar (URL) son los sin-sin: sin valor para estudiar en la San Carlos (Usac) y sin pisto para asistir a la Francisco Marroquín (UFM). También se dice que los de la Usac son marxistas, leninistas y bochincheros (“pasan todo el año en huelga y no estudian”, dicen algunos). Y los estudiantes de la Marroquín no se salvan, de ellos se dice que son todos libertarios y creídos (caqueros).
Egresados de esas casas de estudio hablan a ContraPoder para derribar estereotipos. Les preguntamos que si graduarse de la San Carlos implica ser comunista, o neoliberal si lo hacen de la Marroquín. La respuesta es que no. No todo es lo que parece, pero tampoco hay una garantía de que los estudiantes no vayan a comulgar con la ideología de su universidad.
Los sancarlistas
Ernesto Martínez tiene 30 años y es un economista egresado de la Usac. Él no se identifica con el marxismo que aprendió en clase, se considera un social demócrata moderado, pero tampoco lo desprecia.
Explica que los primeros dos años de estudios –el área común de las carreras que se imparten en la Facultad de Ciencias Económicas–, la mitad de los cursos presentan la ideología de la universidad. Sin embargo, a partir del tercer año se enfocan en el área profesional y allí la dinámica es más pragmática.
“Yo entré a la universidad cuatro años después de egresar de la secundaria, del Instituto Tecnológico Privado de Escuintla, así que no era tan influenciable como otros compañeros. Además, siempre me ha gustado leer mucho y confrontar ideas”, dice. De su promoción, de la que egresaron ocho economistas, la mitad trabaja en el Estado (en entidades como el Banco de Guatemala o la Usac) y los otros, en la iniciativa privada.
Para Martínez, el mayor problema con la ideología de la Usac es que no representa la realidad de Guatemala. “Parte del pénsum se diseñó en una época en la que se creía que el marxismo iba a triunfar en Centroamérica. Eso nunca sucedió y por eso a veces parece que la universidad está estancada”, afirma.
Mirna Zeledón, de 33 años, estudió en el colegio Siglo 21 y luego ingresó a la Escuela de Ciencias de la Comunicación. En su experiencia cuenta que tuvo docentes con “pensamiento izquierdista”, pero que jamás intentaron “inculcar” las ideas de la San Carlos.
“Creo que los estereotipos los han puesto personas ajenas a las universidades. Si bien es cierto que cada una tiene un tipo de lineamientos y enseñanzas de una ideología, no necesariamente es algo que los estudiantes acepten o compartan”, dice.
Los de la Marro
“Es más probable que me etiqueten de ‘caquera’ por ser de la Marroquín a que crean que soy libertaria”, explica Megan Kuestermann, una administradora de empresas de 25 años de la UFM y exalumna del Colegio Alemán. Ella explica que eligió su carrera porque sabía que le sería útil en cualquier campo laboral en el que se desempeñara, la ideología no fue un atractivo particular.
“Sí, influye porque llevas muchas clases donde te la enseñan, pero el problema es que puedes terminar odiándola porque te obligan a estudiarla”, explica. Afirma que la universidad no exige a los estudiantes a aceptar su pensamiento, pero que es difícil contraargumentar las ideas que presentan algunos catedráticos porque no se estudian otras corrientes ideológicas. Ella no se define como libertaria, pero sí tiene un pensamiento de derecha que cree en la libre empresa y el libre mercado. Reconoce que su casa de estudios le ha abierto las puertas. En las empresas en las que ha laborado, la mayoría de empleados eran exalumnos de la misma casa de estudios.
Roberto Valladares, abogado egresado de la UFM y del colegio Julio Verne, de 30 años, concuerda. “El capitalismo me hizo sentido y las teorías de la Marroquín son buenas, pero la realidad de Guatemala es otra. Les falta ver el lado social del ser humano”, afirma.
Él empezó a trabajar en un bufete desde segundo año y dos años después de graduarse, fundó el propio. Al comparar su preparación con colegas de la Landívar y San Carlos, con- sidera que las tres los preparan bien. Sin embargo, el networking que se genera en cada una es distinta. Los abogados de la UFM se enfocan más en el sector privado, mientras que los de la Usac en el público y los de la URL, en ambos. Esto se debe a que la San Carlos ha estado más involucrada en el sector público, tiene cierto poder político como universidad, mientras que la Marroquín tiene un discurso de libre empresa y promueve el desempeño laboral en el sector privado.
Los landivarianos
Pese a que les gustaría ser conocidos por su pensamiento jesuita, los estudiantes de la URL son descritos como los “sin-sin” (sin valor para la San Carlos, sin pisto para la Marro). “Lo primero que conocí al entrar a la Landívar fue la línea religiosa de la Compañía de Jesús”, afirma Gabriela Carrera, una politóloga de 28 años y también exalumna del Julio Verne.
“La URL, más que impartir una línea ideológica, enseña una ética a favor de los pobres
o los más desafortunados”, explica. Durante su carrera tuvo catedráticos de todas las universidades que la expusieron a diversos pensamientos. “Lo gracioso fue que una vez asistimos a un debate con alumnos de la UFM y la Usac, y ellos nos decían que los comunistas éramos nosotros”, cuenta.
Mónica Leonardo, una abogada de 34 años egresada de la URL y quien cursó la secundaria en Canadá, cuenta que desde su adolescencia le atrajo el trabajo en derechos humanos y por eso eligió la Landívar, porque los valores ignacianos eran compatibles con ese campo. Sin embargo, se encontró con una sorpresa, “no había libertad de pensamiento. Los cursos de religión eran como una catequesis”, afirma.
Rutila Ajanel, otra politóloga de 30 años, cuenta que eligió a la URL porque le gustaba el pensamiento jesuita y el enfoque alrededor del ser humano que da la universidad, “ese pensamiento trasciende en todas las facultades”, afirma.
La joven, originaria de Quetzaltenango, explica que no cree el estereotipo de “sin-sin” porque “el 70 por ciento de mis compañeros eran estudiantes trabajadores, yo laboraba en Naciones Unidas. Creo que eran jóvenes que tenían todas las comodidades que tienen otras universidades. Soy una mujer indígena, era la única en la facultad y no estudié becada”.
Y recursos humanos, ¿qué dice?
Los expertos en recursos humanos afirman que la dinámica de contratación ha cambiado en las últimas dos décadas. Hasta mediados de los años 90 existía un rechazo en el sector privado por contratar egresados de la San Carlos, explica la experta Rebeca González. El conflicto interno aún estaba fresco y las personas no querían contratar a profesionales de la universidad nacional por la línea de pensamiento de esta. Sin embargo, ese ya no es el caso hoy, los graduados han demostrado tener un nivel competitivo para optar a los trabajos.
Carla González, Gerente HRS Talent de PricewaterhouseCoopers (PCW), explica que sí hay empresas que prefieren profesionales de ciertas universidades, pero es porque buscan a gente muy especializada en sus áreas. Sin embargo, no es la regla.
Egresar de una universidad tampoco garantiza un mejor sueldo que salir de otra, explican las expertas. Aclaran que la mayoría de empresas ya tiene una escala salarial establecida y que fijan sus sueldos con base en las responsabilidades que tendrán sus empleados, la experiencia laboral con la que cuentan y su historial salarial. Su casa de estudios no tiene mayor influencia.
