Los concursos de belleza son algo más que mujeres bonitas. Detrás hay historias de consorcios, empresas y rating televisivo.

AP Photo/John Locher, Archivo
El concurso de Miss Universo ha existido desde 1952, cuando la empresa Pacific Mills, fabricante de trajes de baño, decidió unirse con el ayuntamiento de Long Beach (EE.UU.), la extinta aerolínea Pan Am y los estudios Universal, para crear su propio programa de belleza y promocionar así sus productos.
Era una época en la que las mujeres, especialmente las rubias, ojos azules, de cintura estrecha y escasa inteligencia (siendo esto último un cliché), eran promocionadas como objetos sexuales o como “productos para caballeros”.
Un año más tarde nacería en Chicago, Illinois, la revista de “entretenimiento para adultos”, Playboy.
Anterior a Miss Universo existió otro concurso de belleza femenina, cuyo nombre en inglés no era más que un eufemismo. International Pageant of Pulchritude y se llevó a cabo de 1926 a 1935.
Desde su nacimiento, Miss Universo gozó de gran cobertura de los medios internacionales gracias, sobre todo, a la participación de concursantes de diversos países, lo cual hacía que cada nación se interesara en el desempeño de su representante.
En aquel entonces, Long Beach recibía a las mujeres más hermosas del mundo, cuyos cuerpos eran exhibidos públicamente durante varios días en las playas de la pequeña localidad. Estas también eran presentadas en carros alegóricos por las principales avenidas, casi siempre vistiendo un bikini de la marca patrocinadora propiedad de Pacific Mills: Catalina ́s. Por dicha razón, la ganadora del concurso era coronada en traje de baño. La edad para participar, en aquel entonces, pese a no tomarse en cuenta si la joven era casada o soltera, era de 17 a 24 años.
Pero no fue sino hasta la década de los 80 cuando Miss Universo enfrentó su primera crisis. Largos y aburridos programas donde todo era predecible, hicieron que los ratings del programa cayeran. Las cosas cambiaban, pero Miss Universo impulsaba los estándares de las décadas pasadas. Entonces incorporaron actos musicales, niñas locales para que acompañaran a las concursantes y nació Miss Teen USA. El rating se mantuvo, pero el número de concursantes no. En 1987 participaron tan solo 70 concursantes. Solo en Latinoamérica y Asia permanecía la popularidad del concurso. Las razones, creo, derivaron de una fuerte cultura machista.
Pero los cambios de los 90 serían aún más drásticos. Las mujeres ya no deseaban ser vistas como objetos y el concurso añadió al requisito de belleza el de la inteligencia, cultura general, porte, diplomacia, etc. La edad de participación también varió de 18 a 27 años.
No obstante, en 1996, el certamen estuvo a punto de irse a la quiebra. Muchos países dejaron de interesarse en participar y diversos patrocinios fueron retirados. Fue entonces cuando Donald Trump adquirió el concurso, renovándolo y cambiando su formato, tomando el VIH y el cáncer de seno como temáticas que darían a la competencia una cara más humana y generarían mayor empatía en la audiencia. También en ese tiempo el evento comenzó a cobrar sumas extraordinarias de dinero por conceder la sede a diversos países.
En estos años, además, se recibió mujeres con aspecto más parecido a modelos de revistas, con evidentes cirugías plásticas e incluso, se abrió la posibilidad para recibir a la primera mujer transgénero.
Los socios principales de Trump, en cuanto a la transmisión del certamen, fueron hasta este año las cadenas NBC y Univisión, con las que rompió relaciones debido a sus declaraciones en contra de los migrantes hispanos en EE.UU.
Así las cosas, Trump, experto en reality shows, debía salvar el concurso cuyo rating andaba por los suelos y él sabía cómo. Pretender un error de guion, una coronación que luego sería anulada, las lágrimas de una mujer (latinoamericana) bonita y la sonrisa de otra (asiática), eran la fórmula perfecta para disparar el rating de un pro- grama que, en pleno siglo XXI, ya debería haber muerto.