
El viaje que estaba por iniciar no solo me llevaría a donde mi familia –que vive lejos–, sino también me llevaría a conocer a Alejandra, una joven madre que por primera vez se desplazaba lejos de su tierra. “Buenos días”, me dijo tímidamente al ocupar el asiento a la par de ella, mientras que mis hijos se acomodaban en la otra fila. Parecía nerviosa cuando el avión se puso en marcha. Mientras aceleraba recorriendo el largo de la pista para elevarse al final, la señora miraba fijamente por la ventana. De repente, oigo un sollozo y cuando volteó su cara, vi grandes lágrimas corriendo por sus mejillas. “Otra persona que le teme a los vuelos”, pensé, luego imaginé que viajaría por algún suceso triste, o que aún estaría afectada por haberse despedido de sus seres queridos. Más adelante me enteraría de lo acertada que era mi intuición.
Dejar atrás todos
Ya en las alturas, la calma regresa y me animo a iniciar una conversación con mi vecina. Las primeras palabras son reservadas. Más bien, no pasan de lo de siempre: sobre el destino del viaje y del clima allá. Hasta que de un instante para otro, ella comparte su historia conmigo. Alejandra no lloró por miedo al vuelo, aunque era la primera vez en su vida que abordaba un avión. Tampoco viajaba a un funeral, pero sí estaba triste por haber dejado atrás a su familia: su pequeña hija Carmen, de 4 años y su mamá, quien ahora cuidará de ella. “Las cosas no resultaron como pensaba”, me explica refiriéndose a su pareja, “ahora soy madre soltera.”
Cuesta salir adelante en un hogar monoparental. Pese a tener un trabajo estable, pasaba penas económicas: los gastos diarios, un crédito que le comía una buena parte del salario y diversas emergencias médicas en la familia acabaron con su tranquilidad. “Finalmente, decidí aceptar la oferta de trabajar como niñera en España. Eso me sacará de mis penas monetarias”, me explica convencida. “No será para siempre, y mi hija está en buenas manos con mi mamá”, se tranquiliza mientras que se le llenan de nuevo los ojos con lágrimas. “No pensé que fuera tan duro dejarlas atrás...”.
Para toda la vida
Han pasado varios días desde nuestro viaje, y aún recuerdo a Alejandra. En especial cuando me siento cansada y se me acaba la paciencia o mientras reprendo a mis hijos cuando me hacen enojar. Me detengo a pensar en lo afortunada que soy de tenerlos conmigo. Lo difícil que debe haber sido para esta madre tomar la decisión de dejar atrás a su hija, con la esperanza de darle un mejor futuro. Deseo de todo corazón que el año que inicia le traiga muchas bendiciones a Alejandra, que sus deseos y planes se hagan realidad. Su historia me enseñó una lección no solo para 2016, sino para toda la vida.
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