La acusación contra 14 militares suscita un recuento de la historia del conflicto armado interno guatemalteco. Un relato cuya perspectiva depende de su narrador.

Foto: Luis Soto/ContraPoder
Este es el relato del General retirado Benedicto Lucas García de los meses que vivió como Jefe del Estado Mayor General del Ejército entre agosto de 1981 y marzo de 1982. Un extracto del capítulo XIV de su libro “Memorias” publicado en Noviembre de 2012.
CAPÍTULO XIV
“Asumo el cargo de jefe del Estado Mayor General del Ejército”
En los primeros días del mes de Agosto de 1981, el Jefe del Estado Mayor General del Ejército, General Luis René Palomo, me notificó que el 15 del mismo mes, tenía que hacerme cargo e la Jefatura del Estado Mayor General del Ejército por órdenes del Alto Mando…
Como no estaba de acuerdo con el cambio, por ser mi hermano el presidente, me fui inmediatamente a hablar con él, solo para que me llamara la atención, pues me dijo: “Yo no he sido el que ha sugerido y decidido este cambio, son los Generales Aníbal Guevara y Mendoza Palomo (…) Ellos son los que dispusieron que seas tú quien ocupe el puesto. Aquí las órdenes se cumplen y no se discuten.
Principié a trabajar como lo acostumbro hacer. Inicié viajes por toda la República, enterándome de la situación en cada departamento, yendo a las áreas de operaciones y dejando de una vez, instrucciones precisas de lo que se tenía que hacer en adelante, para enfrentar a la guerrilla. Se cambiaron destacamentos fijos por patrullas móviles en las áreas de conflicto.
(…) Los famosos Rangers recién llegados de los Estados Unidos de Norteamérica en nada ayudaron a cambiar las tácticas contra la guerrilla. (…) En el Estado Mayor del Ejército habían salido planes elaborados por quienes decían que estaban especializados en Estados Unidos en contrainsurgencia, les estaban dando mucha importancia, habiendo salido de ahí los pelotones modelo, que de eso no tenían absolutamente nada, pues a mí me nombraron en Quiché para uno de ellos, los que entrené a mi manera, sin seguir muchos lineamientos del manual que redactaron, porque los consideré adecuados a un ejército con armamento sofisticado, para librar una guerra con objetivos determinados pero no para combatir en una guerra irregular; de ahí que, al llegar a la Jefatura del Estado Mayor General del Ejército, cambié totalmente la táctica que se desarrollaba.
Considerando que fue lo que produjo el éxito para derrotar a los guerrilleros que ya se encontraban a las puertas de la capital.
Hubo muchos encuentros, en donde tuvieron bajas ambos bandos y poco a poco se fueron descubriendo grandes fortificaciones en las colinas, en donde tenían almacenados alimentos para mucho tiempo, armas y municiones de diferentes calibres. En las colinas había construcciones bajo tierra, en donde se encontraban cuartos hasta con cama matrimonial, cuya ventilación la llevaban a cabo a través de tubos de poliducto negro de media pulgada, los que eran muy difíciles de detectar por la maleza. Paulatinamente el terreno que tenían se les fue quitando…
Durante el tiempo que duraron las operaciones en Chimaltenango con la Fuerza de Tarea Iximché, siempre mantuve estricto control sobre las tropas. Permanecía la mayor parte del tiempo con ellas, muchas veces en el campamento a la hora de rancho (comida), en donde yo era el último soldado en recibir mi ración, no aceptando trato especial, pues quería cerciorarme que la comida era la indicada, tanto en calidad como en cantidad.
Cuando los periodistas no me veían en la Fuerza Aérea, se iban a mi despacho. En una de esas visitas me preguntaron, “usted de que línea política es.” Sin meditarlo les respondí, de centro izquierda. Cuando mi hermano leyó mi declaración en la Prensa, me llamó por el teléfono de dos cifras y me dijo. “Tené cuidado porque con lo que le dijiste a los periodistas, la extrema derecha te puede mandar a matar.” Le respondí, si ese es el precio que una persona debe pagar por ser franco, nacionalista y estar en contra de los radicales, pues bienvenida la muerte, siempre y cuando puedan hacerlo. Colgó el teléfono, pero antes me dijo cuídate.
Como yo tenía que atender todos los frentes, el Comandante de la Zona Militar Coronel Antonio José de Irrizari con sede en Cobán, me informó de una operación que se iba a llevar a cabo en la región de China-Há, en donde se había localizado un campamento guerrillero. De Quiché me fui para Cobán, pidiéndome unos periodistas alemanas que los transportara a esa región, entre ellos una mujer, como yo no tenía secretos, les dije que con mucho gusto, que abordaran el helicóptero. Nos fuimos y al llegar a Cobán, recibí una orientación del Comandante Coronel Ricardo Méndez Ruiz, me dijo que tenía que intervenir la aviación que ya estaba solicitada y que la tropa que iba a intervenir tenía que se transportada en helicópteros, la que ya se encontraba concentrada en cierto punto.
En el municipio de Zaragoza, Chimaltenango, se formó la primera compañía de voluntarios, daba gusto ver con qué entusiasmo respondían esos hombres a la disciplina militar a la que se les sometía, ahí no sucedió nada, porque la guerrilla no encontró colaboradores y porque ellos mismos mantenían la seguridad de su población, sin necesidad de tener armas, ahí me hice amigo del Padre Véliz … quien me obsequí una Biblia autografiada nueva, invitándome a almorzar cada vez que llegaba a visitar ese bello pueblo (Cahabón, Alta Verapaz). Con él nunca hablamos de política, pude darme cuenta que es un sacerdote entregado totalmente a su profesión y que toda la gente lo apreciaba.
En el Despacho, generalmente me mantenía dando audiencias, escuchando cosas que no tenían mayor importancia y planificando, pero eso lo hacía mejor en el campo, con más visión y controlando a la gente, porque ahí la tropa y los oficiales solo con verlo a uno con ellos, se les levantaba la moral y el espíritu de cuerpo.
Al respecto acabo de leer un libro en dos tomos muy importantes del doctor Carlos Sabino, quien no sabe si yo participé alguna vez en un combate, pues aquí le diré que no en uno sino en muchos doctor, por ello me gané el aprecio y el respeto de mis subalternos, porque nunca iba atrás sino adelante.
Cuando ya no se percibía resistencia en Chimaltenango, la Fuerza de Tarea Iximché fue disuelta y se creó la de Gumarcaj, al mando del Coronel Byron Disrael Lima Oliva, comandante de la Zona Militar Mariscal Gregorio Solares con sede en Quiché, a quien yo no conocía hasta ese entonces y que me pareció un oficial muy recto, leal y cumplidor de sus obligaciones, habiendo tenido ahí, una experiencia más, pues el puesto de mando lo pusieron en la Iglesia de Chupol, la cual estaba abandonada y con trampas caza bobos estilo Viet Nam, tal y como se encontraban todos los ranchos de la aldea, pues en cada entrada había una fosa camuflada con vegetación, en donde si un soldado u oficial caía, era automáticamente prensado y atravesado por púas de madera fuertes. Las cuales, de acuerdo a lo manifestado por algunos aldeanos, fueron dirigidas por el Padre Makena, quien directamente se enroló en la guerrilla, comprometiendo a toda la población y muriendo él más adelante en combate contra el Ejército.
En las trampas cayeron algunos oficiales y soldados, los que gracias a la ciencia médica fueron salvados otros quedaron inválidos.
En Chupol se tuvieron que reforzar las unidades, porque era un constante hostigamiento por parte de la guerrilla, dándonos cuenta más tarde que las patrullas no eran integradas por guatemaltecos sino por gente del FMLN de El Salvador, siendo dirigidas por personas de nacionalidad cubana y otras integradas por sandinistas. Día y noche se recibían disparos de armas automáticas y bastones chinos, granadas del lanzador P.R.G.7 de fabricación china, armamento que le llegaba a la guerrilla a través de Nicaragua y que era el puente de abastecimiento de ellos, los que eran remanentes de Viet Nam.
Mientras esto sucedía en Chupol, la guerrilla se incrementaba en el Tríangulo Ixil, así llamado en términos operacionales, formado por los municipios de Nebaj, San Juan Cotzal y Chajul del departamento de Quiché, en donde se habla el idioma ixil, pero pude evidenciar que los mismos no se comprendían o me querían ver la cara.
Cuando yo llegué al Estado Mayor, esa región se encontraba totalmente bajo control de la guerrilla, pues se tenía mucho temor de ingresar a ella, por lo que ordené que se instalaran destacamentos con suficientes efectivos en las cabeceras municipales, con patrullaje totalmente móvil.
El primer destacamento que visité fue el de Nebaj, en donde me dieron parte que en la Iglesia católica no había sacerdote, pues este se había ido con la guerrilla y que del campanario, todas las noches hacían disparos hacia el destacamento y municipalidad, a consecuencia de lo cual ya habían habido varios pobladores heridos y algunos soldados. Platiqué con el alcalde municipal y me dijo que él me podía reunir en el parque, justamente frente a la municipalidad a la gente, para que yo les hablara y que dispusiera el día.
A las 09:00 horas, el parque estaba repleto de gente, no se veía ningún espacio vacío. Me dirigí a la concurrencia y les pedí que no colaboraran con la guerrilla, porque se ponían en contra de la Ley. Les hablé aproximadamente dos horas.
En San Juan Cotzal, el destacamento se instaló en una colina, en donde se dominaba la vista del pueblo, pero ofrecía muchas vulnerabilidades. Una madrugada la guerrilla atacó y nos causó la muerte de un Capitán, tres Tenientes y veintiséis soldados. Esto sucedió por no haber acatado las instrucciones de mantener patrullas móviles, pues manteniendo destacamentos fijos, se daba libertad a la guerrilla para estarle creando problemas al Ejército y causarle bajas.
Chupol dejó de ser zona guerrillera, por lo que se retiró el comando de ese lugar hacia Santa Cruz, de allí se principió a trabajar todo el Nororiente de Quiché, incluyendo Ixcán ya en coordinación con la zona militar Coronel Antonio José de Irrizari con sede en Cobán, comandada por el coronel Ricardo Méndez Ruiz. En Chupol se libraron varios combates, en donde tuve que intervenir dando apoyo de fuego aerotáctico desde el helicóptero.