Un nuevo año: oportunidad para cambios. Diversos son los propósitos que se fijan las personas al inicio de cada ciclo. Sin embargo, uno de los más comunes es bajar de peso y ponerse en forma. Las modelos que nos sonríen desde las revistas definen el ideal de belleza que ha adoptado nuestra sociedad –cara guapa, piel impecable y sobre todo, delgada. Para “verse bien”, muchas mujeres se ponen a dieta y qué mejor momento que al comenzar el año.
Ponerse a dieta usualmente no se hace en silencio, sino suele ocupar una buena parte de nuestras conversaciones. Se intercambian trucos y recetas con amigas, se comparten con emoción los resultados de la pérdida de libras y tampoco faltan las quejas por el esfuerzo grande que se emprende. Los más cercanos están perfectamente enterados sobre cómo va la dieta (niños incluidos).
Ahora, ¿qué pasa si mamá aborda el tema de la alimentación constantemente? ¿Qué mensaje le dará a sus hijos?
Los padres involucran a sus niños con el problema que ellos mismos tienen con su imagen corporal, porque se vuelve un tema del cual se conversa frecuentemente.
Los pequeños aprenden rápido porque los comentarios acerca de la apariencia y la belleza son habituales, y por lo tanto debe ser un tema significativo. Aprenden que los adultos encuentran ciertos atributos más bonitos que otros y que uno debe cumplir con las expectativas físicas.
Por eso no es de sorprenderse cuando una compañera de mi hijo, en primer grado, explicó recientemente que cuando sea grande quiere ser delgada como Gisele Bündchen. ¿Por qué conoce una niña de 6 años a las modelos? Y, ¿por qué a esa edad se fija en la figura de la maniqui? Porque alguien se lo enseñó, y fue probablemente en su casa.
Claro que, sobre todo en la juventud, la influencia de las amigas, compañeras e imágenes en los medios de comunicación puede ser fuerte en este tema. Pero no quita que las costumbres y puntos de vista enseñados por los padres y otras personas cercanas, durante los primeros años de vida, en especial en lo que se refiere a los hábitos alimenticios, alimentación sana y la sensación del cuerpo, constituirán la base sobre la cual actuará la niña o el niño para el resto de su vida.
Enseñar una actitud natural hacia la alimentación desde pequeño, puede ser una protección ante los trastornos alimenticios.
Debemos entonces, tanto las mamás como los papás, reconsiderar nuestra propia conducta y nuestras prácticas alimenticias, con el objetivo de enseñar a nuestros hijos, a través del ejemplo, unos hábitos alimenticios sanos, pero apropiados.
Y que las dietas y los cuerpos delgados no sean temas de conversación omnipresentes en la casa. ¿Y si en lugar de ponernos a dieta, el propósito para el 2016 fuera hacer las paces con nuestro cuerpo?
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