La discusión sobre las ventajas y desventajas de propiciar la depreciación del quetzal ha vuelto. Mientras unos consideran que impulsaría las exportaciones, otros piensan que deterioraría el poder adquisitivo y encarecería el servicio de la deuda externa.
*Este artículo fue publicado el jueves 21 de enero en la edición 138 de la revista impresa.

Fotografía: Archivo/CP
El rumor se extendió en el empresariado antes de que Jimmy Morales asumiera la Presidencia. Julio Héctor Estrada sería el ministro de Finanzas Públicas y, como miembro del gabinete económico y de la Junta Monetaria (JM), promovería la depreciación del tipo de cambio para aumentar la competitividad de las exportaciones y mejorar el flujo de caja del Estado. Eso sin que la tasa de inflación supere el 6 por ciento anual.
Estrada asumió la cartera del Tesoro, pero desmintió el rumor. “No hay tal decisión. A mediano plazo, deberíamos sentarnos a discutir una política de desarrollo que abarque todo, no solo lo monetario y cambiario. Mi prioridad, por ahora, es asegurar recursos para financiar el Estado y hacer eficiente el gasto y la cartera de deuda”, asevera.
La sola posibilidad de que el dólar se encareciera alegró a los exportadores, contrarió a los comerciantes e inquietó a los banqueros. Y también desató la vieja y recurrente discusión sobre las ventajas y desventajas del actual régimen cambiario.
Los argumentos

El Banco de Guatemala (Banguat) adoptó, en 2005, el sistema de metas explícitas de inflación. A partir de entonces, su razón de ser es mantener los precios bajo control y, en función de ello, utiliza sus herramientas para inyectar o retirar liquidez de la economía.
El precio de la divisa estadounidense dejó así de ser un objetivo de política y quedó a merced de la oferta y la demanda. Sin embargo, la JM estableció una regla para intervenir en el mercado y atenuar los movimientos bruscos de la moneda sin revertir la tendencia. Si el tipo de cambio se situaba 0.50 por ciento por encima del promedio de las operaciones realizadas durante los últimos cinco días, el Banguat salía a vender dólares. Y se situaba por debajo, salía a comprar. “El margen se ha ampliado de forma gradual. El año pasado era ±0.70 por ciento y este año es de ±0.75. Todos los agentes económicos conocen la regla y saben que es simétrica, no favorece ni la apreciación ni la depreciación del quetzal”, explica Sergio Recinos, vicepresidente del banco central.
Salvo los años posteriores a la crisis económica mundial, el quetzal se ha mantenido relativamente estable. El máximo registrado de 2009 a 2015 fue de Q8.40 y el mínimo, de Q7.50. “La crisis provocó la salida de capitales. Las líneas de crédito se cayeron y la moneda se depreció. El Banco de Guatemala vendió US$364.6 millones en 2009. Los mercados eran volátiles”, indica Recinos.
Pero no todos consideran la estabilidad cambiaria como una fortaleza. Paulo de León, director de Central American Business Intelligence (CABI), piensa que el precio del quetzal frente al dólar resta competitividad a las exportaciones. “Estoy a favor de flexibilizar el sistema y de depreciar la moneda. Nuestros productos son muy caros frente a los de Brasil, Colombia y México. Esos países han devaluado sus monedas 50, 30 y 20 por ciento. Debemos abaratarlos”, explica.
De León piensa que este es el monto propicio para inducir una depreciación. “La Reserva Federal está preocupada por la deflación, los precios del petróleo volvieron a caer a principios de año, las cotizaciones de las materias primas están bajas. En otras palabras, no hay factores externos que puedan presionar los precios”, indica.
Una depreciación aliviaría a los exportadores de caucho natural, que han visto caer los precios de US$5 a US$1.40 por kilo durante los últimos cinco años. También a los caficultores, que contarían con más recursos para combatir la roya, y a los industriales de maquila y textiles. “El sector no puede esperar a que haya mejor infraestructura para mejorar su competitividad. Se necesita una medida de corto plazo. De lo contrario, recortarán mano de obra”, advierte el director de CABI.
La otra postura

Las autoridades monetarias defienden el actual sistema cambiario. Afirman que propiciar la depreciación del quetzal sería un error y solo deterioraría el poder adquisitivo de los guatemaltecos. “¿Qué pasaría con la inflación interna? A pesar de que el año pasado los precios del petróleo bajaron de US$80 a US$30 por barril, los alimentos subieron 10 por ciento. Además, las importaciones del país son mayores que las exportaciones”, argumenta Óscar Monterroso, gerente económico del Banguat.
Los técnicos del banco central dicen que Brasil, Colombia y México son un ejemplo de que las depreciaciones deliberadas resultan contraproducentes. “El real brasileño se devaluó 52 por ciento de enero de 2015 a enero de 2016. La economía de ese país se contrajó en 3 por ciento, la tasa de interés líder subió a 14.25 por ciento y la inflación fue del 10 por ciento. El Fondo Monetario Internacional prevé que este año el producto interno bruto caerá 1 por ciento”, indica Monterroso.
La situación de Colombia y México es similar. “Trajimos técnicos de esos países para que evaluaran nuestro sistema cambiario y nos recomendaron que lo dejáramos así. Guatemala cumplió su meta de inflación, la tasa de interés líder es de 3 por ciento y crecimos 4.1 por ciento. No hay porqué introducir distorsiones. El tipo de cambio se apreció 0.47 por ciento en 2015 y fue porque la factura petrolera del país bajó US$916 millones y las remesas familiares aumentaron”, explica Recinos.
Los comerciantes apoyan la postura del Banguat. “El tipo de cambio debe ser resultado de la oferta y la demanda. Estoy en total desacuerdo con la manipulación del tipo de cambio. Eso solo empobrece a la población y supone pérdidas operativas para el banco central. Hay otros mecanismos para mejorar la competitividad”, afirma Jorge Briz, presidente de la Cámara de Comercio de Guatemala.
Mario García Lara, secretario ejecutivo de la Alianza Técnica de Apoyo Legislativo (ATAL) y exvicepresidente del Banco de Guatemala, considera que la postura de las autoridades es conservadora y que la política monetaria podría ser menos restrictiva. “Es un arte. Hay que vigilar la inflación y, al mismo tiempo, ser más flexible. Una depreciación controlada impulsaría al sector exportador”, opina.
La discusión apenas comienza. La depreciación de la moneda es un tema sensible, que divide al empresariado y revive el temor de perder el poder adquisitivo.