
"Era la oportunidad de premiar el legado Mad Max en su totalidad, que ha sido atanor de la imaginación más elevada, creadora, profética."
Me gustaría escribir un recuento, postdata post–Oscars, sin detenerme tanto en los materiales obvios, que ya fueron reseñados. Mejor aprovecho para comentar algunas cosas de las cuales no había dicho mayor cosa hasta ahora. Tampoco voy a reseñar mucho de la ceremonia como tal, por razones de espacio, salvo que nos pareció híbrida, no enteramente brillante. Fue totalmente tomada por la corrección política y el discurso, para mi gusto exagerado, de lo negro (era evidente, con Chris Rock). El performance de Sam Smith fue casi peor que el de Adele en los Grammys.
Empecemos por la mejor película, Spotlight, una decisión, nuevamente, política, correcta, pero más correcto hubiera sido darle el Oscar a The Revenant.
Para darle entonces mejor dirección a Miller. Era la oportunidad de premiar el legado Mad Max en su totalidad, que ha sido atanor de la imaginación más elevada, creadora, profética. Así pues, no bastaba con premiar meramente los logros técnicos de Fury Road, que son gigantescos, sino además era de celebrar las dimensiones de una visión–mural–cómic que es la roca del cine distópico, que nos cartografió sus códigos irrevocables (copiados por todos) y que nos rindió la lectura y estética definitiva del reordenamiento memético después del fin. Mi humilde opinión.
Por supuesto, agradezco y celebro todos los premios que se le dieron a Mad Max, diseño de vestuario, edición, maquillaje y hairstyling, producción, edición y mezcla de sonido (¿recuerdan el tinnitus?).
En la categoría a mejor actor, teníamos a poderosos contendientes. A Bryan Cranston (el de Breaking Bad) por representar al guionista y escritor Dalton Trumbo, una de esas víctimas desafortunadas de la lista negra, lista que, con su oscuro detergente anticomunista, arruinó incontables vidas. También estaba Fassbender, cuyo nivel actoral es incuestionable, y que nos dio a un Steve Jobs memorable, complejo, nada acartonado, en una película además armada inteligentemente (a partir de sus presentaciones públicas), aunque hay que entender que ese realmente no era el papel de su vida, como seguramente veremos en años venideros. Eddie Redmayne, él sí que nos dio un papel clásico, totalmente oscarizable, en The Danish Girl, representando a la increíble Lili Elbe, santona y mártir transgénero. Qué historia. Qué actuación. Redmayne, siendo un virtuoso, es la humildad pura, la pura humildad. Por supuesto, no tenía modo de competir con la presión impuesta por la figura de Leonardo DiCaprio, que además tenía a su favor una actuación igualmente virtuosa, igualmente clásica. DiCaprio nos dio un discurso relevante, no llegó a hablar de sí mismo, sino de la gran cabronada ecológica que estamos viviendo (muy reafirmada por el asesinato de Berta Cáceres). No se puede decir que el premio es una cosa pueril para DiCaprio pero es obvio que en su vida hay agendas más importantes, y especulo que si aprecia ese premio es sobre todo en base a esas agendas, aunque es demasiado elegante para admitirlo. El premio como tal era sobre importante para sus seguidores.
La categoría a mejor actriz estaba como más aguada, yo diría. Pero sentimos que fue a las manos correctas, es decir a Brie Larson, de Room. Menos mal que no cayó en Jennifer Lawrence. No es que su actuación en Joy sea reptiliana, al contrario, pero no tocó ese acorde que podemos esperar de una categoría como esta (lo mismo puede decirse de Saoirse Ronan, en Brooklyn). No es que Jennifer Lawrence ha venido escogiendo mal sus papeles, es solo que al final las películas no funcionaron del todo (pensemos en Serena).
Para mejor actor secundario, había competencia seria. Ganó Mark Rylance, de Bridge of Spies, pero honestamente ese Oscar pertenecía, bajo mis criterios, a Tom Hardy, que fue seriamente infravalorado en toda la temporada de premios, me parece. Stallone (haciendo de Rocky en Creed) y Bale (The Big Short) eran dignísimos contricantes. Bale a quien por cierto acabamos de ver en la majestuosa Knight of Cups, de Terrence Malick (me parece que va a los Oscar del próximo año). Ruffalo, querible, correcto.
Otra opinión mía es que el mejor premio a actriz secundario debió ser entregado a Jennifer Jason Leigh, quien en The Hateful Eight nos dio un rango actoral inquietante, a la vez controlado e histérico, en una película bastante soberana (es de lo que más me ha gustado de Tarantino en mucho tiempo, a pesar del final, que detesté, por fácil y por deus ex machina). Por cierto, el score musical se lo llevó, justamente, Morricone. Por fin. Entonces: perdió Jason Leigh y ganó Alicia Vikander. Kate Winslet, con todo respeto, no debió figurar en esa categoría, por su rol bastante secundario, incluso para un rol secundario.
Nos puso contento que le dieran el Oscar a Inside Out, en largometraje animado. No sé qué día, y mordido por el aburrimiento, me puse a revolver a la caja de las películas, la encontré y terminé poniendo en el dividí, me pareció una película totalmente despierta y brillante, me hubiera aprovechado verla cuando güiro. Tal vez ahora tendría alguna clase de inteligencia emocional.
Todos las nominaciones a mejor cinematografía era las adecuadas, incluida la de Sicario, que rinde una cinematografía sorpresivamente apreciable (y la música). Terminó, la estatuilla, en manos talentosísimas, las del Big Lubezki. Ahora me pregunto por qué aquí no apareció Queen of the Desert, de Herzog: aquí, y en ningún lado por los Oscar. Ya investigaré.
En los documentales quedó Amy, que es una pieza superlinda, pero realmente no superior a la de Nina Simone (ya reseñada en Contraluz). Tampoco era superior a Winter on fire, un documento milimétrico (topografía, bitácora de la indignación) sobre lo acaecido en Ucrania, poniendo en primer plano el horrible aplastamiento por parte de los berkut, fuerza muscular de calibre, al servicio de una cúpula política oblicua y gerenciada. Cartel Land y The Look of Silence no alcancé a verlas, pero se miran por supuesto interesantes. Del pequeño documental no alcancé a ver tampoco nada, lo siento.
Terminemos el postdata. Mejor película extranjera: Son of Saul. No pasó Mustang –sobre el oscuro mundo de los matrimonios arreglados en la Turquía entrefeudal– que sin embargo se había llevado una cuantos Cesares unos días antes. Aplaudo que le dieran el Oscar de efectos visuales a Ex Machina, una de las películas más recuperables del año pasado. Ah, se me olvidaba: el mejor guión adaptado fue para Adam McKay, por The Big Short, y de verdad qué trabajo mágico, el que hizo.
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