La semana pasada se estrenó “Te prometo Anarquía”, la última película del guatemalteco Julio Hernández, una historia de amor homosexual entre skaters en la Ciudad de México.

Fue la primera mañana del primer día de rodaje. El cineasta Julio Hernández se acercaba al lugar donde comenzaban a rodar su última película cuando vio que donde se había citado con el equipo y los protagonistas de la película, había un trailer parqueado. Se habían instalado camerinos y una empresa de catering preparaba el almuerzo. La primera reacción del director fue maldecir.
Estaban grabando un comercial en el mismo lugar y a la misma hora en la que él comenzaría su película. “Vamos a tener que suspender”, le dijo a un miembro de su equipo mientras se aproximaban al lugar.
Acostumbrado a vivir en los márgenes, a escribir sus películas pensando en los días de rodaje que implicarían, a invertir en su cine menos de lo que cuesta comprar un carro nuevo, Julio Hernández no podía concebir que todo ese equipo estaba en realidad a su disposición. En esta película sus actores (de nuevo no profesionales) tendrían por primera vez camerinos.
“Te Prometo Anarquia”, la última película del director de cine independiente más importante de Guatemala, es también su primera película rodada en México, y su primera película rodada sin estrecheces de presupuesto. Fue filmada en siete semanas, con locaciones en el Distro Federal y los Estados Unidos, y financiada con fondos públicos del Instituto Mexicano de Cinematografia.
Según explicó el director, esta película debió ser su segunda obra, debió suceder a “Gasolina”. No fue posible por varias razones, pero una fundamentalmente: Hernández no pudo encontrar a dos patinetos dispuestos a besarse y rodar escenas de sexo en Guatemala. Por eso, esta película transcurre en la Ciudad de México. Por eso, en esta película, aparentemente no está Guatemala.
Te Prometo Anarquia es la historia de amor de Miguel y Johny. Dos patinetos que se desean, que discuten, que a veces se quieren y que pasan el día patinando y buscando como evadirse de la ciudad autopista en la que viven. Miguel ama más que Johny. A Johny le gustan las mujeres y oler disolventes. Miguel es un chico de clase media que maneja el carro de su papá. Johny es el hijo de la empleada doméstica que trabaja en la casa de Miguel.
Para ganar algo de dinero, los dos patinetos se dedican a vender su sangre a hospitales privados y a buscar a otras personas dispuestas a hacer lo mismo. Este negocio, sin embargo, les acarreará problema bastante serios. Les enfrentará con la realidad de su país e impedirá que puedan seguir patinando todo el día.
Pero como ocurre en sus anteriores películas, el argumento no es lo más importante. El argumento es una metáfora, una envoltura de anti clichés que utiliza el autor para volver una y otra vez a sus temas favoritos.
En las películas de Julio Hernández siempre se discute, se maltrata, se duda, se ama y se huye. Siempre alguien reclama a otro alguien por una deuda pendiente. Siempre hay alguien dispuesto a huir con el dinero en mitad de la noche mientras la persona a la que acaba de hacer el amor duerme.
Siempre hay alguien que se está asfixiando, o alguien que pierde su sangre o alguien que bebe la de los demás. Hay siempre humor, y entre el humor una tensión entre clases y razas que no se puede soslayar. Está siempre presenta la ciudad, un laberinto gris, hecho de concreto pero que es el hogar de gente loca y maravillosa, seres marginales que encarnan lo mejor y lo peor de lo que somos todos.
Sus patinetos son todo eso. Patinan todo el día, como huyendo. Buscan dinero, buscan placer. Pero por mucho que huyan no pueden ni escapar de una región del mundo en la que casi ninguna de las opciones posibles es buena, ni pueden escapar de la necesidad de amar.
Te Prometo Anarquia es, como la películas anteriores de Julio Hernández, una obra de arte del cine independiente. La prueba de que lo mejor que tienen para dar países como Guatemala, vive en los margenes, muy lejos de la cultura dominante.
Te Prometo Anarquia es también la película de mejor factura realizada hasta ahora por su director. Una película incómoda y bella que, además, puede permitirse el lujo de contar con un banda sonora excelente. La película, de hecho, cierra con “Tugboat” un tema de 1988 de la banda estadounidense Galaxi 500 que dice: I don't wanna stay at your party/I don't wanna talk with your friends/ I don't wanna vote for your president/ I just wanna be you tugboat captain.